La decisión del entonces presidente Donald Trump de desplegar la Guardia Nacional en ciudades como Portland y Chicago generó una profunda controversia y un debate sobre los límites del poder presidencial en Estados Unidos.
Un Choque de Poderes
La Casa Blanca criticó duramente al juez designado por Trump que bloqueó temporalmente el despliegue de la Guardia Nacional en Portland, insistiendo en que el presidente actuaba dentro de su autoridad como comandante en jefe y prometiendo una apelación rápida. Sin embargo, la medida fue vista por muchos como una extralimitación de poder y una violación de los derechos de los estados.
El Fantasma de la Tiranía
En una nación fundada sobre una revuelta contra la tiranía, la idea de que tropas estadounidenses sean enviadas a las calles nacionales siempre ha evocado un espectro de libertad en peligro. Esta es la razón por la que la mayoría de los presidentes se resistieron a tal paso y por qué el entusiasmo insaciable del presidente Donald Trump por hacerlo puede ser tan trascendental.
Sus intentos de enviar reservistas de la Guardia Nacional a Portland, Oregon, y Chicago, Illinois, en contra de los deseos de las autoridades de la ciudad y el estado, tienen el potencial de crear finalmente la crisis constitucional que sus críticos han temido durante meses.
Profundizando la División
La transferencia de tropas de reserva de estados republicanos como Texas a ciudades demócratas también profundiza la brecha y la hostilidad entre las áreas rurales conservadoras y las áreas urbanas liberales que es una dinámica cada vez más potente en la política dividida de Estados Unidos.
En última instancia, una cascada de amenazas de la administración y movimientos de poder por parte de la Casa Blanca; el fuerte rechazo de los alcaldes demócratas; y una maraña de desafíos legales mostrarán hasta qué punto la ley y la Constitución pueden contener a un presidente que personifica muchas de las ansiedades de los fundadores sobre cómo un ejecutivo politizado con una sed de poder podría amenazar su república.
Como ocurre tan a menudo con las grandes controversias de la era Trump, los hechos se ven oscurecidos por la desinformación, las afirmaciones falsas, los engorrosos argumentos legales y las ambiciones de los grandes actores políticos de cada bando.
Pero el problema central es bastante simple. En la última ronda de su ofensiva contra el crimen y la inmigración, la administración eligió dos ciudades demócratas, Chicago y Portland, a las que